9.5.07

[Postal III]

Huixquilucan, Estado de México: Algunos tubos salen de estas contrucciones plantadas y hechas al libre albedrío de ¿quién? A. señala y dice que es la cañería de las casas que vienen a dar a la orilla de la avenida "principal" donde, como si viviéramos en la Colonia, hay una acequia por donde va el agua puerca con muchas y muy variadas porquerías, así, a pleno día y calentando el sol.

--¿Eso es mierda?--dice A. señalando, entre sorprendido y curioso. Le contesto sin ver con detenimiento:
--Seguramente.
--¿Y por qué se ve el agua verde?
--Porque está enmohecida.
--De tanto tiempo que lleva allí estancada.
--Ajá.--Y luego de una pausa:
--Aunque andes muy sediento por este calor no te recomiendo tomar de esa agua.

No dice nada que no sepa. Y justo en ese momento nos llega un olor a carne friéndose en aceite tan estancado como el agua: a mí me da náuseas, pero a A. le da hambre y vamos hasta el puesto al lado de la acequia de donde proviene el olor a que se coma unos tacos de tripa bien frita.

El microbus sube con esfuerzo por la parte lateral de un cerro, a la derecha pueden otearse las contrucciones que se suceden una tras otras hasta donde no llega la vista:

--¿Quién le dijo a toda esta gente que podía vivir aquí? ¡Qué horror tanto ser humano!--le dijo a A. quien me mira atónito.
--Pues no sé...
--Yo estaría de acuerdo con bombardear todo esto.
--¿Para qué?
--¿Cómo para qué? ¡Pues para que se mueran toda esta bola de ignorantes!
--Jajajaja.
--En verdad, cuánto no daría yo porque Irán probara sus bombas atómicas aquí mismo.
--¿Y luego?
--¿Y luego qué?
--¿Qué harías con toda esta gente?
--Nada, nada, ya serían cadáveres.
--¿Y luego?
--Y luego nada, A., nada. Quizá vendría a sembrar árboles, que es lo que aquí siempre hubo.

Esto no ha sido escrito tal y como sucedió cronológicamente.

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