16.5.06

[De politiquería y más verborrea... III]

Hoy por la mañana que salí a comprar los periódicos (cuando debería estarme preparando para ir a la inauguración de la nueva Biblioteca Vasconcelos que queda aquí cerca de casa pero evento al cual ya había determinado desde hacía algún tiempo no ir) me encontré con una vecina que siempre me dice, en lugar de saludarme cortesmente, "Va a ganar el Peje". Yo sólo me río. Una cuadra más adelante, me encuentro con el carpintero quien, todavía hace 6 años me gritaba furioso su entusiasmo por el Peje, ahora sólo se limita a recriminarme las fallas tremebundas del gobierno de Fox para concluir con su ritornello: "Todos son iguales de corruptos, ya ni confiamos en ese Peje".

Así de polarizada esta la chusma. La misma chusma que el Peje anda alborotando por todos los lugares por donde pone un pie y grita su verborrea. Sin embargo, esa misma verborrea es la que lo ha llevado a los índices más bajos de su popularidad. Nada de campaña en contra y sucia y toda esa, a su vez, verborrea que se anda diciendo por allí. El Peje está cayendo por su propia e incendiaria boca.

En un momento temprano, creí que toda esa chusma se integraría a la dinámica de desarrollo del país con un presidente como AMLO, hoy creo todo lo contrario. Desde luego que era un pensamiento inocente de mi parte, pues toda ese gentuza claro que no se iba a integrar sino que, por el contrario, iban a querer que todo se los diera el gobierno: pensiones alimenticias no sólo para los viejitos, las madres solteras, los estudiantes de "bajos recursos", sino también para el carpintero que diario me restriega lo mismo por las mañanas que salgo a compara el periódico, para mi vecina que ama al Peje y sólo por eso demanda su dinerito, para mí, escritor en ciernes que escribe en diez mil pendejos lados para ganarse sus míseros pesos que le corresponden y así sucesivamente, todos extendiendo la mano porque , ¡ah! de la vida, todo eso y más nos prometió el populista ese.

Era de esperarse que todo eso fuera insostenible. Tanto insulto, tanta incoherencia, tanta verborrea dicha así, no más por decir, por no quedarse callado, por vociferrar aprovechando que tenía el micrófono enfrente. Y las sigue diciendo: Monsiváis al Conaculta. ¡Válame Dios!, diría Sancho. Cuando don Quijote le prohibe a Sancho seguir hablando de todas sus tonteras, el escudero más famoso de la literatura mundial se decide a dejarlo seguir con sus aventuras pues, argumenta, él no puede dejar de hablar. Es su peor castigo, la pena máxima. A esta altura del camino, los electores abandonan al jinete que tanto habla pero muy poco dice con verdad.

AMLO no gana y la chusma se va a alborotar. O'verán lo que les digo...

1 comentario:

M dijo...

Ash, vicisitudes de un país entre el neoliberalismo y el Estado asistencialista...