12.3.06

[Los dineros y la cultura]

Casi olvido comentar una noticia que me entristeció (como si no hubiera habido ya muchas noticias tristes en los últimos días): El suplemento cultural de Excélsior, "Arena", ya no aparecerá cada ocho días a partir de hoy. Los nuevos dueños del periódico han considerado (in)oportuno seguirlo manteniendo. Digo que me entristeció saberlo, porque en ese suplemento publiqué mi primera nota en un medio nacional (allá por 2002) y en sus páginas seguí esribiendo habitualmente y desde hace poco una columna de reseñas sobre libros de poesía, todo ello gracias a la generosidad de su director, Miguel Barberena a quien ahora han echado vilmente.

Curiosamente, cada vez que se cierra una publicación cultural, sucede algo extraño. Por ejemplo, cuando se acabó Crónica cultural (por el mismo motivo de los dineros) todo mundo saltó y al poco tiempo, los directores del periódico tuvieron que reconciderar y Crónica cultural volvió a aparecer. Después, casi lo mismo pasó con el mítico Sábado del unomásuno: a la compra por unos patanes vino el cierre del suplemento, pero luego lo tuvieron que volver a editar aunque ya con una calidad ínfima. Por entonces, el mejor suplemento era el de El independiente, Posdata luego Frontal, y al escándalo de los dineros de Ahumada (dueño del diario) vino el cierre. El Universal, que no tenía suplemento cultural, vio la necesidad--sensata--de hacer uno y lo dejó en manos de los Verdugos que antes editaban el del periódico de Ahumada. Durante todo ese tiempo, Arena se mantuvo con penares, pero se mantuvo. Ahora, se ha anunciado su desaparición pero, creo, algún sensato habrá y Excélsior se verá en la necesidad de publicar un suplemento cultural a la altura de los tiempos que corren.


Hablando de más dineros para la prescindible cultura, en su blog, María Rivera ha posteado una carta que firmamos varios escritores en la que pedimos se regresen los dineros que se le habían retirado a la Casa del Poeta "Ramón López Velarde", por parte de la Secretaría de Cultura del GDF, que encabeza Raquel Sosa (la misma que hace un par de meses echo vilmente de su oficina a mi querido José Ángel Leyva). Además, con el peligro de la inminente victoria (según la novela de Sánchez Susarrey que ya circula bajo el sello de Planeta) de AMLO a la presidencia de este país bananero, se le exigen compromisos claros para con la cultura ahora que llegue a la grande, lo cual me parece total ment justo. Chéquenla y fírmenla uds. también.

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Junto con la más reciente novela del gran Coetzee, Hombre lento, viene el discurso de aceptación del premio Nobel 2003, Él y su hombre. Vienen un disco, con la voz del propio autor leyéndo el texto y un librito con el discurso en su versión original en inglés y su traducción al español.

El discurso es magistral, claro, pero algo llama mi atención. En su pequeña introducción Coetzee habla de su lectura infantil de Robinson Crusoe, un libro que, dice, escribió él mismo--según dice desde sus primeras páginas--pero que después, al buscar sobre el tema en una enciclopedia infantil, aparece un señor llamado Daniel Defoe quien dice haber escrito el libro. Los dos autores de un mismo libro claro que iban a desconcertar al niño Coetzee... en fin, no me quiero meter en los vericuetos del discurso, mejor léanlo. Lo que quiero preguntar es cómo un librito que en la Inglaterra de aquél tiempo se consideró un folletín (y que incluso su autor no se atrevió a firmar con su nombre), ahora sea llevado a la más alta tribuna de las letras por un premio Nobel. Vueltas que da la vida.

Hace unos días, leyendo un libro cualquiera, me encontré con una referencia a Robinson Crusoe y me entusisamó tanto que me apresté a desenterrar y desenpolvar mi ejemplar de la novelita; entonces, alcancé a leer unas cuantas páginas y después me olvidé de él. Ahora, con la referencia de Coetzee, el Robinson Crusoe de Robinson Crusoe-Daniel Defoe, se ha unido a mi pila de libros por leer y éste en especial ya que no lo (re)leía desde hace unos 10, 11, 12 o quizá más años... ¡qué divertido es!

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